miércoles, 4 de julio de 2012

TURCO SALVA A 18 PERSONAS EN HAITÍ
CADA VIDA CUENTA
Abandonado por su dueño en Tarifa, este labrador estaba al borde de la muerte cuando fue recogido por unos militares. En unos meses pasó de ser un perro vagabundo a convertirse en el orgullo de un cuerpo de bomberos. Regresó de Haití, graduado tras salvar 18 vidas.

`Turco´ es un perro andaluz y su historia comienza con un tajo en el cuello. Sus dueños le extrajeron así el microchip, una práctica muy habitual entre los propietarios de los 150.000 perros que se abandonan en España cada año, tantos como víctimas humanas hubo en el terremoto de Haití. Sin chip, no hay denuncia. El animal pierde su identidad y, casi siempre, perderá la vida. `Turco´, un labrador jovencito, vagabundeó por las afueras de Tarifa, en pleno verano de 2008, y acabó en un campo de maniobras. Lo recogieron unos militares que hacían ejercicios de tiro. Estaba muerto de sed, hecho un saco de huesos, lleno de pulgas y parásitos, y con un pedruscazo en el hocico que todavía supuraba, cortesía de otro `amante´ de los animales. Estaba tan traumatizado que olvidó cómo se ladraba, como un niño que enmudece por los malos tratos. Un año después de su odisea, el perro seguía sin ladrar. Turco se cruzó en la vida de Cristina Plaza Jorge, una soldado profesional de 22 años, vallisoletana, destinada en Ceuta.`Turco´ se recuperó de sus heridas gracias a los mimos de Cristina y recobró la alegría, pues la nobleza nunca la perdió.
El sobrino de una vecina, bombero del grupo de especialistas en rescates de la Junta de Castilla y León, lo vio corretear por el pueblo e intuyó enseguida que aquel chucho alegre, vivísimo, que lo olfateaba todo con la curiosidad de un detective, sin despistarse jamás, tenía madera de héroe. Pidió permiso a Cristina para hacerle una prueba. «Ya tenían a `Dopy´, un golden retriever, pero siempre andan buscando nuevos perros. No es nada fácil encontrar candidatos que superen las pruebas.
Cristina les puso a los bomberos tres condiciones antes de donarles a `Turco´: que no le cambiasen el nombre, que le dejasen verlo cada vez que fuera a Valladolid y que, si el perro no superaba las pruebas, se lo devolviesen. Y los avisó, además, del gran inconveniente: no ladraba. ¿Cómo se las arreglaría para alertarlos si encontraba un superviviente entre los escombros? A los quince días la llamaron por teléfono. «Tu perro ya ladra y está hecho una máquina. Cuando salimos a correr, se viene con nosotros. Y luego se va a correr con el siguiente turno. Nunca tiene bastante.» Comenzó entonces el durísimo entrenamiento de un rescatador canino en edificios y estructuras colapsadas.
Eugenio, su adiestrador, le enseñó el oficio: moverse en un derrumbamiento, adentrarse en la oscuridad de huecos inverosímiles, profundizando hasta encontrar a la víctima. Estos perros no tienen que oler una prenda y seguir la pista, tienen que distinguir el olor genérico de los humanos y diferenciar entre una persona viva y una persona muerta, entre una persona enterrada y una que está en superficie. Es una gran responsabilidad. Deben compenetrarse con su binomio humano y su premio es una caricia, una golosina, un palito para mosdisquear...
Tras su entrenamiento llegó la prueba. Turco y Dopy volaron a Haití con 7 bomberos de Valladolid, Tordesillas y Palencia. Fueron 9 días intensos, trabajando 16 horas diarias. Participaron en 18 rescates. Cuando hay 150.000 víctimas, hablar de 18 finales felices parece poco, pero cada vida cuenta. Nunca podrán olvidar al pequeño que entre los escombros de la vivienda familiar se aferraba al cadáver de su abuelo. Cuando el bombero Oscar Vega lo sacó en brazos, la familia lo rodeó y empezó a bailar alrededor. "Cuando lo vi por la televisión, me puse a llorar y no podía parar. ¡Éste es mi Turco! Es lo más grande que me ha pasado en la vida", recuerda Cristina.
Turco volvió a España con Dopy para seguir entrenándose para salvar vidas. 
Resumen del artículo de Carlos Manuel Sánchez (XL Semanal, febrero 2012). 





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